¿Cuál es la mejor acción para mejorar tu salud?
La actividad física es una de las acciones más efectivas que una persona puede tomar para mejorar su salud. No solo promueve un desarrollo y envejecimiento saludable, sino que también empodera a las personas a tomar control de su bienestar.
Por ejemplo, Faigenbaum et al. (2024) afirman que la fuerza física debería considerarse un indicador clave de salud a lo largo de la vida. En los niños, es fundamental incorporar actividades que fortalezcan los músculos para combatir la debilidad muscular asociada con la inactividad física, lo que puede llevar a lesiones y a un aumento en las tasas de abandono de actividades físicas moderadas o vigorosas. Además, la investigación ha demostrado un vínculo entre la debilidad muscular en la infancia y un mayor riesgo de desarrollar una discapacidad en la edad adulta (Faigenbaum et al., 2024).
En la adultez, el entrenamiento de fuerza ayuda a preservar la funcionalidad en las actividades diarias que requieren capacidad física y mitiga el deterioro de los procesos biológicos asociados con el envejecimiento, lo que puede resultar en enfermedades y discapacidades (Faigenbaum et al., 2024). Además, Faigenbaum et al. (2024) sugieren que la participación continua en el entrenamiento de fuerza a lo largo de la vida puede reducir los cambios neuromotores debidos al envejecimiento, como los procesos de degeneración nerviosa relacionados con la edad y la sarcopenia, que pueden contribuir al desarrollo de enfermedades metabólicas, discapacidades y enfermedades neurodegenerativas como el Parkinson y el Alzheimer.
Actividad Física para la Prevención de Enfermedades
La actividad física también ayuda a mantener una composición corporal saludable, lo que puede ralentizar la progresión de enfermedades relacionadas con la edad. Los avances recientes en la evidencia científica han resaltado la importancia de la masa muscular y la distribución de la grasa en el envejecimiento saludable y la prevención de enfermedades.
Un estudio longitudinal que siguió a 502,507 participantes durante cinco años, desde 2006 hasta 2010, evaluó la relación entre la composición corporal y el riesgo de enfermedades neurodegenerativas como el Parkinson y el Alzheimer (Xu et al., 2024). Los resultados mostraron que las personas con mayor masa muscular y fuerza tenían un riesgo menor de desarrollar estas enfermedades. Por otro lado, un aumento en la adiposidad central y la distribución de grasa dominante en los brazos se asoció con un mayor riesgo (Xu et al., 2024). Además, se identificó la enfermedad cardiovascular como un factor de riesgo significativo para las enfermedades neurodegenerativas, subrayando la importancia de llevar un estilo de vida físicamente activo.
También existe un vínculo claro entre la inactividad física y el riesgo de ciertos tipos de cáncer. Por ejemplo, los cánceres de mama y colon están asociados con la obesidad y la falta de actividad física. Esta conexión puede estar influenciada por factores como la resistencia a la insulina, la exposición a hormonas y la inflamación sistémica, todos los cuales pueden manejarse mediante la actividad física y la reducción de peso (McTiernan, 2008). Según McTiernan (2008), se estima que mantener un peso corporal saludable podría prevenir aproximadamente 21,000 casos de cáncer de colon y 13,000 casos de cáncer de mama al año en Europa.
Actividad Física para el Manejo de Enfermedades
Por otro lado, como explican Moore et al. (2016), no existe ninguna enfermedad para la cual el ejercicio no contribuya a mejorar la calidad de vida del paciente, ya sea a través de la prevención de un segundo infarto de miocardio o mejorando la calidad de vida de los pacientes con movilidad reducida. Durante la enfermedad, las personas suelen adoptar un estilo de vida sedentario, lo que puede llevar al aumento de peso, la pérdida de masa muscular, el desarrollo de enfermedades metabólicas, la disminución de la funcionalidad y un mayor riesgo de enfermedad cardiovascular, factores que aumentan las tasas de mortalidad general (Moore et al., 2016).
Conclusión
La evidencia es clara: la actividad física no solo mejora la salud física, sino que también previene y maneja una amplia gama de enfermedades, desde enfermedades cardiovasculares y metabólicas hasta neurodegenerativas y cáncer. Adoptar un estilo de vida activo desde la niñez hasta la adultez no solo prolonga la vida, sino que también mejora significativamente la calidad de la misma. Hacer del ejercicio una prioridad en cada etapa de la vida es esencial para la salud y el bienestar a largo plazo.
Referencias
Faigenbaum, A. D., Garcia-Hermoso, A., MacDonald, J. P., Mortatti, A., & Rebullido, T. R. (2024b). Bridging the gap between strengthspan and lifespan. British Journal of Sports Medicine, 58(14), 758–760. https://doi.org/10.1136/bjsports-2024-108357
McTiernan, A. (2008). Mechanisms linking physical activity with cancer. Nature Reviews. Cancer, 8(3), 205–211. https://doi.org/10.1038/nrc2325
Moore, G., Durstine, J. L., & Painter, P. (2016). ACSM's exercise management for persons with chronic diseases and disabilities (4th ed.). Human Kinetics.
Xu, S., Wen, S., Yang, Y., He, J., Yang, H., Qu, Y., Zeng, Y., Zhu, J., Fang, F., & Song, H. (2024c). Association between body composition patterns, cardiovascular disease, and risk of neurodegenerative disease in the UK Biobank. Neurology, 103(4). https://doi.org/10.1212/wnl.0000000000209659