Asma y Actividad Física: Claves para los Profesionales del Ejercicio
Consideraciones Médicas Claves para Ejercitantes con Asma
El asma puede ser un desafío para quienes desean mantenerse físicamente activos, ya que los pacientes suelen experimentar síntomas como dificultad para respirar, opresión en el pecho y disnea (dificultad para respirar), lo que limita su participación en actividades físicas. La actividad física puede desencadenar estos síntomas y agravar el asma no controlada, un fenómeno conocido como broncoespasmo inducido por el ejercicio (EIB) (Ozer et al., 2022). Por eso, es fundamental que las personas con asma cuenten con autorización médica antes de comenzar un programa de ejercicios. El asma debe estar bien controlada, y los pacientes deben llevar siempre su broncodilatador recetado y usarlo según las indicaciones de su médico (Williamson, 2019). En aquellos con EIB, se puede prescribir un broncodilatador de acción corta para su uso antes o después del ejercicio. Además, es importante considerar las condiciones preexistentes, ya que estas pueden aumentar la vulnerabilidad frente a la enfermedad (Williamson, 2019).
Colaboración entre Profesionales del Ejercicio y Proveedores de Salud
Los profesionales del ejercicio desempeñan un papel clave al colaborar con los proveedores de salud para manejar el asma de sus clientes. La investigación ha demostrado que el ejercicio aeróbico puede beneficiar a los pacientes con asma al mejorar la capacidad cardiovascular y la función pulmonar. Según Ozer et al. (2022) y Williamson (2019), existe una relación lineal entre la condición cardiorrespiratoria y la reducción de días con síntomas, ataques de asma y hospitalizaciones. Además, los profesionales del ejercicio pueden ayudar a manejar la severidad del asma mediante la implementación de un plan de control de peso, ya que los pacientes con asma son más propensos a la obesidad en comparación con aquellos sin la condición. La obesidad se asocia con una mayor severidad del asma y un riesgo de hospitalización entre 4 y 6 veces mayor (Peters et al., 2018).
Otro aspecto importante es el seguimiento de los síntomas a través de una escala de disnea, lo que permite evaluar la gravedad del asma y determinar cuándo se debe referir al paciente nuevamente al proveedor de salud. Un fisiólogo del ejercicio también puede diseñar un programa personalizado para mejorar la condición cardiorrespiratoria, enseñar técnicas de respiración adecuadas y fortalecer los músculos respiratorios, lo que contribuye a mejorar el FEV1 (volumen espiratorio forzado en un segundo). El FEV1 es una medida de la cantidad de aire que una persona puede exhalar con fuerza en el primer segundo después de una respiración profunda. Es un indicador crucial de la función pulmonar, y un FEV1 bajo puede indicar obstrucción en las vías respiratorias, lo que es común en personas con asma. Mejorar el FEV1 mediante el ejercicio ayuda a fortalecer los músculos respiratorios y aumentar la capacidad pulmonar.
Cómo Diseñar un Programa de Ejercicio para Personas con Asma
Un programa de ejercicio para individuos con asma debe tener en cuenta varios factores para evitar desencadenar síntomas o provocar un ataque de asma. Por ejemplo, se debe evitar hacer ejercicio en ambientes fríos o en áreas expuestas a alérgenos o contaminación del aire (Seman et al., 2024). Para quienes padecen EIB, se recomienda mantener la intensidad del ejercicio en niveles que no provoquen síntomas (Williamson, 2019). Las actividades intermitentes suelen ser mejor toleradas, ya que los niveles de intensidad superiores al 80-90% tienden a causar más episodios de EIB.
Un calentamiento de tipo intervalo puede ayudar a reducir la respuesta de EIB, y un calentamiento prolongado con progresión gradual puede ser beneficioso para quienes están comenzando un programa de ejercicios (Williamson, 2019; Moore et al., 2016). También se recomienda una fase de enfriamiento extendida para evitar cambios bruscos de temperatura en los pulmones, lo que puede desencadenar un ataque de EIB.
Este enfoque es especialmente importante cuando se trabaja con niños, ya que son más propensos al EIB. Además, incluir ejercicios que fortalezcan los músculos de los brazos y hombros es fundamental, ya que muchos pacientes con asma experimentan dificultad para respirar durante actividades cotidianas que implican levantar los brazos (Williamson, 2019). Si el paciente tiene dificultad para respirar o es nuevo en el ejercicio, realizar actividades con los brazos por debajo del nivel del corazón puede ayudar a reducir la intensidad del entrenamiento (Williamson, 2019).
Fuentes:
Moore, G. E., Durstine, J. L., & Painter, P. L. (2016). ACSM’s exercise management for persons with chronic diseases and disabilities. Human Kinetics.
Ozer, A. Y., Karaca, S., Senocak, E., Oguz, S., & Polat, M. G. (2022). Does kinesiophobia limit physical activity and quality of life in asthmatic patients? International Journal of Rehabilitation Research, 45(3), 230–236. https://doi.org/10.1097/mrr.0000000000000534
Peters, U., Dixon, A. E., & Forno, E. (2018). Obesity and asthma. Journal of Allergy and Clinical Immunology, 141(4), 1169–1179. https://doi.org/10.1016/j.jaci.2018.02.004
Seman, M. H. A., Zemberi, N. F. N. M., Jamaludin, N. A., Rahman, R. a. A., & Shipah, N. a. M. (2024). Exercise and asthma: A review. International Journal of Academic Research in Business and Social Sciences, 14(4). https://doi.org/10.6007/ijarbss/v14-i4/21359
Williamson, P. (2019). Exercise for special populations (2nd ed.). Lippincott Williams & Wilkins.